miércoles, 10 de noviembre de 2010

A nadie le importa, en fin, eso parece

Acido quemando raíces de olvido, quizás el futuro. Sangre en el traje y el asfalto, Macs patos y gallinitas de corset y medias negras, gallineros enteros comiendo carne humana y les place el banquete. Grises de uniforme, dedos alborotados en atroz romance con el gatillo.

Niños que crecen ya sin alas, las Comisiones, Yuleidy y su Turpén, las patrullas, el cólera, la lluvia de acero sobre tantas cabezas, las fronteras, las aceras eternamente comerciales, los ángeles exiliados, las sucursales del infierno, los abogados, el líquido (hijo toxico de ninguna vaca) los niños, una –dos- tres- cien veces, s-i-e-m-p-r-e las circulares comisiones, la vaca pastando serenamente que es violada una y otra vez a latigazos de cruces y banderas.

En fin, a nadie le importa, en fin, eso parece.

Moisés descendió con los diez Principios escritos en piedra, ya pensaría que así nadie jamás diría que aquello era solo un pedazo de papel, mas aun, nadie nunca lo creería.

No se, no sé si Ricky, Tiziano o mi vecino recién expuesto, no, ¡no lo se! Es el caos, la indiferencia, los “no me importa” y qué se yo”, “deja esa vaina así” o “eto no e´ mio”.

Trato de que mi vaso sea un litro y no rebose con la última gota.
Sí sé que miramos el horizonte, en la sonrisa de los que aun se atreven a creer y a no Creer, y ya no tengo dudas, “el defecto es la virtud”, por eso todavía no dejamos de ser, porque sí, los motivos son mas de cien, aunque sumamos una deuda infinita con fáciles pagos para jodernos a todos cómodamente.

miércoles, 21 de julio de 2010

Me gusta cuando llueve



La humedad me gusta, una cuestión de complicidad entre nubes en el cielo y nubes en mi cabeza. Con la lluvia me llueven los sueños, el amor pausado y húmedo, con sus silencios y canciones, con su tristeza a cántaros en tiempos de sequía, su esperanza de fortuna al final de las luces de colores. Llueve. Mas allá de pronósticos de inundaciones y virus gripales.
Como aquel sonido único de la lluvia sobre el techo de zinc en mitad de la noche, ¿alguien conoce sensación semejante? Solo el sonido de las ruedas de un carro sobre el asfalto mojado produce en mí tal expectación.

Me gusta cuando llueve. Recordar la edad en la que era una aventura correr bajo la lluvia, contra la predicción maldita de gripe segura que nuestras madres sellaban en nuestra cabeza. Entonces no era extraño verse desnudo recorriendo las calles tras esa magia que las nubes parían sobre las caras felices. Ahora tan lejos esa estampa. ¿Por qué ya no? Ahora sólo un sueño. Otro renglón a agregar en mi lista de cosas importantes para hacer en la vida, la escena que siempre editamos en este film colectivo: bajo la lluvia, correr desnudos por las calles siendo inequívocamente felices.

miércoles, 23 de junio de 2010

En la humedad de las primeras luces

Es como oler….

Perfume en la mirada. Palpar.
Paisaje claro para las manos.

¡Ay las alas escondidas bajo el cielo!
Te tengo al pensarte, al tenerte.
Tus manos me cubren el frío de pensarte
se vuelan mis hilos en tu risa de niño

Amanece en ti
arboleda sombreando esta piel hecha
flores en la humedad de las primeras luces.

Es como oler
esencia en mi vientre
tú en mi murmullo de luces y sombras.

sábado, 27 de marzo de 2010

Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres

I

El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.

II

El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.

III

El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV

El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.

V

El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI

El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII

Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.

VIII

El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX

El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.

X

El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.

XI

El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

(Gioconda Belli)

miércoles, 17 de marzo de 2010

Día de lluvia

Hay tanto espacio. Espacios, no pertenecen a ningún otro. Espacios. Espacios. Igual a mi te entregas y bailo la danza del aire desnudándome el cuerpo. Estoy recorriendo el sendero que mis pies dibujan, coronando con mis labios todos los besos que no pienso perderme por nada del mundo. Juego a beberme tu aliento cuando te quiebras en mi sexo de espuma y ceniza mojada. Hueles a mi en tus manos, ahora; siempre que tus dedos jueguen a hacerle un altar a mis inundaciones. Vuelvo, marcada por el vicio de tus transgresiones, atrevesada por la lluvia y el frío aniquilante de saberme incinerada por tu lengua, ahora mueves los rayos de mis luces, se los traga tu garganta, muevo las esquinas de tus sombras. Mudarte a mi cintura provoca desvarios, s i l e n c i o s, a v a l a n c h a s. Corre! o te quedas sin palabras y sepultado. Vuelve, tumbado a mis orillas te sobra la palabra y la ausencia.

lunes, 8 de marzo de 2010

Y Dios Me Hizo Mujer


Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

Gioconda Belli

viernes, 22 de enero de 2010

La chispa adecuada

Todo arde si le aplicas la chispa adecuada

(Enrique Bunbury)

De nada sirve frotarse las manos como moscas ante el espejismo, detrás del desvarío se desnublan los ojos, recordamos el efecto de la fatiga en busca de la sobrevivencia, pero ¿que buscamos exactamente? A veces no llega la certeza hasta que estamos preparados para obtener la respuesta, cuando en fin hemos transitado el camino para merecerlo.

Y no es fácil descubrirlo, cuesta sed, lágrimas, besos fallidos, sonrisas, canciones de escudo y espada, todo lo necesario para el encuentro: No se trata de la búsqueda, sino del encuentro, eso dijo, quedé desarmada ante las luces. El tiempo trae consigo las herramientas para el inicio del fuego, chispas y lluvias cósmicas, y todo fluye como luces que recién trae el amanecer. En fin, siempre arde si le aplicas la chispa adecuada.

domingo, 3 de enero de 2010

La lluvia que cae






NO, que la reina no reconozca
tu rostro, es más dulce
así, amor mío, lejos de las efigies, el peso
de tu cabellera en mis manos, recuerdas
el árbol de Mangareva cuyas flores caían
sobre tu pelo? Estos dedos no se parecen
a los pétalos blancos: míralos, son como raíces,
son como tallos de piedra sobre los que resbala
el lagarto. No temas, esperemos que caiga la
lluvia, desnudos,
la lluvia, la misma que cae sobre Manu Tara.

Pero así como el agua endurece sus rasgos en la
piedra,
sobre nosotros cae llevándonos suavemente
hacia la oscuridad, más abajo del agujero
de Ranu Raraku. Por eso
que no te divise el pescador ni el cántaro.
Sepulta
tus pechos de quemadura gemela en mi boca,
y que tu cabellera sea una pequeña noche mía,
una oscuridad cuyo perfume mojado me cubre.

De noche sueño que tú y yo somos dos plantas
que se elevaron juntas, con raíces enredadas,
y que tú conoces la tierra y la lluvia como mi
boca,
porque de tierra y de lluvia estamos hechos.
A veces
pienso que con la muerte dormiremos abajo,
en la profundidad de los pies de la efigie,
mirando
el Océano que nos trajo a construir y a amar.

Mis manos no eran férreas cuando te conocieron, las
aguas
de otro mar las pasaban como a una red; ahora
agua y piedras sostienen semillas y secretos.

Ámame dormida y desnuda, que en la orilla
eres como la isla: tu amor confuso, tu amor
asombrado, escondido en la cavidad de los sueños,
es como el movimiento del mar que nos rodea.

Y cuando yo también vaya durmiéndome
en tu amor, desnudo,
deja mi mano entre tus pechos para que palpite
al mismo tiempo que tus pezones mojados en
la lluvia.

(Neruda)