miércoles, 21 de julio de 2010

Me gusta cuando llueve



La humedad me gusta, una cuestión de complicidad entre nubes en el cielo y nubes en mi cabeza. Con la lluvia me llueven los sueños, el amor pausado y húmedo, con sus silencios y canciones, con su tristeza a cántaros en tiempos de sequía, su esperanza de fortuna al final de las luces de colores. Llueve. Mas allá de pronósticos de inundaciones y virus gripales.
Como aquel sonido único de la lluvia sobre el techo de zinc en mitad de la noche, ¿alguien conoce sensación semejante? Solo el sonido de las ruedas de un carro sobre el asfalto mojado produce en mí tal expectación.

Me gusta cuando llueve. Recordar la edad en la que era una aventura correr bajo la lluvia, contra la predicción maldita de gripe segura que nuestras madres sellaban en nuestra cabeza. Entonces no era extraño verse desnudo recorriendo las calles tras esa magia que las nubes parían sobre las caras felices. Ahora tan lejos esa estampa. ¿Por qué ya no? Ahora sólo un sueño. Otro renglón a agregar en mi lista de cosas importantes para hacer en la vida, la escena que siempre editamos en este film colectivo: bajo la lluvia, correr desnudos por las calles siendo inequívocamente felices.