miércoles, 10 de septiembre de 2008

La boda de mi amiga

Sí, tenia razón cuando en plena época de adolecer de tantas cosas además lo hacia por el gusto y la debilidad que atolondra a cada niña a punto de “crecer y llegar a los 15”.

Celebrar y declarar públicamente que dejamos de ser felices y en lo adelante nos dedicaremos a hacernos la vida un poco mas difícil cada día. Todo aquel asunto me fastidiaba tanto como ahora.
Las niñas y sus respectivos acompañantes, el vestido, el vals y toda esa profanación a la calma de ser sin tributos sociales.

Y hoy ante una cortés invitación a la segunda parte de todo el montaje,(solo que esta vez no es papá quien te quita alguna pieza) encuentro sobradas razones para sostener mi postura.

Dedicas meses, fuerzas y te quedas sin un peso en el bolsillo para decir sin reparos que encontraste tu otra mitad (en lo adelante serán dos mitades en el mundo) sí, todo aquello para que tus amigos y conocidos terminen por odiar el vestido que usas, el novio es muy poca cosa para ella, o viceversa, la comida fue una asco o se tardó demasiado, di un regalos costoso y esto es una porquería, ni siquiera invitó a todos los amigos…

Pues sí para eso es todo el gasto aquel, auque claro, siempre puedes sostener una asamblea con tales expertos para que te elijan el vestido, el novio, la comida, y a quien debes o no invitar a tu celebración, ¿no se trata acaso de una celebración social? Bien, por lo tanto debe ser socialmente aceptable.

Podría decir que lo siento, por este manifiesto a-n-t-i-s-o-c-i-a-l, bueno, pues no lo siento que le hacemos.

Sugiero que tomes a tu mitad de la mano y la lleves con tus ahorritos a un lugar sin testigos, a fin de cuentas estos no atestiguarán nada a tu favor cuando te demande la naranja desgajada de cuya condición serás acusado justo cuando ya no tendrás las apreciadas 15 primaveras.

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